Desde la ventana de mi ciudad

miércoles, 13 de julio de 2011

Canena: El pueblo del buen rollo

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El alcalde de Canena, Juan Serrano (IU), comparte el bastón
de mando con Mariela Herrera (a la izquierda), una de las dos
representantes del PP, y la socialista Juani Casado. ::
ALBERTO ROMÁN

IU, con mayoría absoluta, gobierna con PP y PSOE. El Ayuntamiento no debe un euro a nadie, el paro es del 6% y la localidad, de 2.100 vecinos, está impecable 

13.07.11 - 01:58 -




Yo de política no entiendo, pero me gusta que los políticos se pongan de acuerdo para arreglar los problemas, que todos empujen a una por el pueblo y que no anden de peleas», dice María mientras echa con calma a la bolsa su compra en un comercio de Canena (Jaén). Un pueblo de 2.100 habitantes, una isla de piedra dorada en el mar de olivos de la comarca de La Loma coronada con un soberbio castillo renacentista que da nombre a uno de los mejores aceites de oliva virgen del mundo: Castillo de Canena.
La mañana es muy calurosa. Pocos se aventuran por la calle sin buscar la sombra. Al fresco de un bar, Petra le sirve un café y unas tostadas con aceite a Pepe y Mari Carmen. En Canena se habla de política con una sonrisa. Nadie elude el tema. Nadie tuerce el gesto ni se crispa. No parece un asunto de vencedores y vencidos. «La gente está contenta, es algo que aquí se ve bien», dicen cuando se les pregunta por el hecho de que el alcalde Juan Serrano (IU) haya integrado en su tercer mandato a concejales de PP y PSOE en su equipo de gobierno. Insólito en Andalucía y prácticamente en toda España: un gobierno de concentración gestado desde la mayoría absoluta. Hay algunos otros municipios (como el caso de Paterna, en Valencia) donde alcaldes con mayoría absoluta ofrecieron tareas de gobierno a la oposición. Pero, a diferencia del pueblo jienense, no todos los partidos aceptaron la invitación.
Juan Serrano Jódar es el generoso artífice del pacto en Canena desde la fuerza que le dan 778 votos, el 59% del total, y siete concejales en una corporación de once. Con 49 años recién cumplidos, extrabajador de la industria textil, casado, con un hijo, es un comunista de siempre enrolado a los 14 años en las Juventudes. Concejal desde 1995 y alcalde desde 2003. Cobra 1.300 euros al mes. Desde 1999 ha formado parte del gobierno local, aliado con el PSOE o con el PP, según las circunstancias. O con los dos.
El pacto está en la genética política de Canena. En el bar se lo toman con guasa. «Aquí lo que decimos es que da igual que votes, que al final ellos se ponen de acuerdo. La verdad es que votamos más a las personas, porque las propuestas son muy similares», apuntan los parroquianos de un establecimiento.
En la Corporación de 1999 ya hubo un gobierno de concentración PSOE-PP-IU. Entonces se conocieron Juan Serrano y Cristóbal Torres, concejal del PP. Desde entonces son compañeros de viaje. El edil popular, ingeniero de telecomunicaciones, fue ejecutivo de Telefónica. Alto ejecutivo. «De los de Villalonga en Madrid», presumen en el pueblo. Se prejubiló en 1997. Y después de dos años sabáticos, se enroló en el PP de su pueblo. En 1999 no ganó las elecciones por dos votos. Venció el PSOE, que lo llamó para formar gobierno. A él y al 'rojo' Serrano, de quien ha sido teniente de alcalde los últimos ocho años, y con el que repite. Hay 'feeling'. Casi por herencia. «Mi madre y la suya eran amigas, compañeras del colegio», explica el concejal popular.
Detrás de los afectos, aparece el ejecutivo: «En Canena se han tomado las decisiones correctas, con el estilo de los ejecutivos de empresa», subraya Torres. Junto a él, en el PP tiene responsabilidad de gobierno Mariela Herrera, la concejala de Cultura, avalada por su trayectoria como directora del Festival de Música Villa de Canena, un certamen con dos décadas de tradición. A alguno de los medios nacionales que le han preguntado, Mariela Herrera, cabeza de lista de su partido en las últimas elecciones municipales, ha dicho que al margen de partidos hay «once concejales con ganas e ilusión de trabajar por nuestro pueblo».
La otra pata del gobierno local es Juani Casado, administrativa actualmente en paro y ama de casa. Socialista. «El primer tripartito de Canena se firmó con el PSOE hace doce años, aunque después, en 2003, IU y PP se juntaron para quitarnos la alcaldía, que han llevado durante ocho años», recuerda. En la noche del 22-M el PSOE provincial le dio luz verde para sumarse al pacto, algo que ya habían hablado en el pueblo. Si hubo algún recelo, vencido quedó. «El secretario general me dijo que si era bueno para mi pueblo, adelante». Los últimos años han sido buenos para Canena. Resulta evidente. Más si se contrasta con lo que hay, sin ir más lejos, en la provincia de Jaén, donde gran parte de los ayuntamientos sudan tinta para pagar las nóminas, y hay regidores como Juan Cordero, de Pegalajar, al que le anunciaron que le cortaban la luz media hora después de poner el portarretrato con la foto de su familia en el despacho de alcalde. «Aquí no se debe un euro a nadie. Ni a una empresa ni a un banco. Pagamos al día. Todo lo más a un mes», sostiene el alcalde. Antonia, que abastece al Ayuntamiento de productos de papelería, lo confirma: «Nunca me han dejado una factura colgada. Pagan en cuanto las presento».
Se paga en mano
El consistorio ha tenido la habilidad de atraer «millones» de otras administraciones. Su buen rollo se ha contagiado hacia arriba.
El presupuesto anual municipal es de millón y medio, aproximadamente. Casi la mitad se destina a obras, a inversiones reales. Dinero que revierte en el pueblo. «Arreglamos calles. Pero en vez de echarles solamente el hormigón, aquí después les ponemos pavimento de piedra, que requiere mucha mano de obra. La mitad del coste de la obra se destinas a jornales», cuenta Serrano.
En una provincia con una tasa de desempleo que ronda el 30%, (diez puntos más que la media española), en Canena constan 79 parados (el 6%), según datos oficiales a 1 de junio. Hace unos años no había ninguno. Para trabajar en las obras municipales se recurre a ellos. La crisis llega, pero menos que en otros lugares. «Se ven más parados, pero aquí no hay gente que esté perdiendo su casa por no poder pagar una letra, ni desahucios, ni personas en estado de necesidad. Al menos no que se haya comentado por aquí», apostilla Antonia, comerciante en el pueblo donde la política es, al fin, sinónimo de entendimiento.

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