Desde la ventana de mi ciudad

domingo, 21 de abril de 2013

Manolo Madrid pregonó la Romería 2013 de Nuestra Señora de Guadalupe

Texto: web cruzdeguia.org
Fotografías: Alberto Román Vilchez.


El sábado, día 20 de abril, en el auditorio del Hospital de Santiago, se desarrollaba el Pregón de Romería, que anualmente organiza la Real Archicofradía de Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de Úbeda. En esta ocasión, el escenario aparecía bellamente engalanado, con flores silvestres y con la imagen de la Virgen en su talla, rodeada por su aureola, en un claro intento de hacerla protagonista del pregón. Al inicio del acto se procedió al nombramiento de romeras, alumnas del C.E.I.P. Santísima Trinidad.



Este año el pregón había sido encargado al cofrade y romero Manuel Madrid Delgado y había suscitado enormes expectativas, prueba de ello era un abarrotado auditorio, en un acto en el que el aforo suele completarse a duras penas. Unas simples pinceladas, con algunos datos biográficos, leídas por el vocal de cultos de la Real Archicofradía, sirvieron para introducir a Madrid Delgado ante el auditorio. El pregonero, en su secular modestia y discreción, había pedido que nadie se colocase ante el atril para decir las bonitas palabras de rigor que de una presentación se esperan. No quería comenzar, seguramente ruborizado, su intervención.

Tras una breve introducción sobre los aspectos físicos y vivenciales de los que los humanos somos consecuencia, Madrid inició su pregón repasando cada una de nuestras tradiciones para decir de ellas que “con su tozuda vocación de repetición, nos forman y nos conforman”, a la vez que nos sirven de asidero, cuando notamos que dentro de nosotros algo se desmorona. Son unas tradiciones que no suceden a lo largo del año, sino que “somos nosotros los que vamos sucediendo en ellas”. Una de esas tradiciones es nuestra romería, que “llega cuando los cielos ya están tomados por los vencejos”.

Continuó hablando de la aparición de la Virgen e imaginó la forma en que Juan Martínez trataría a la imagen al descubrirla y cómo fue su primer traslado hasta Úbeda, su primera romería, oculta entre los brazos de un labrador de manos encallecidas. La Virgen de Guadalupe llegaba, por vez primera, a Úbeda “en manos de los que nada tenían, de los que se alimentaban con pan duro y queso seco”, dijo.

“Voy a ver a la Virgen, “Vengo de ver a la Virgen”, desde aquella época, en la que los vecinos iban a casa del labrador a rezar a la patrona y a encender esas mariposas que flotaban en el terso aceite, ya fue para todos “la Virgen”, a secas, como si ante esa minúscula imagen palidecieran los fervores que se le pudieran tener, en la ciudad, a otras advocaciones más pomposas, afirmó.

Manifestó estar convencido de que la Virgen de Guadalupe entiende perfectamente las palabras y los gestos de todos los ubetenses, desde que llega a la cruz del cementerio. Lo entiende todo, todo lo sabe “porque en los balcones de la eternidad hay una multitud de romeros que se lo susurran al oído” y porque es lo mismo que le vienen diciendo sus hijos ubetenses, desde hace más de seis siglos.

A estas alturas de su disertación, Madrid se fue despojando de su aparente desasosiego inicial, se fue soltando, a la vez que su pregón conseguía alcanzar altos vuelos y su calidad literaria iba “in crescendo”. Seguramente era consciente de que, al subir al estrado, no tenía nada conseguido de antemano. Su cristianismo primitivo y carente de pomposidad y envoltorio, sus conocidas opiniones, en ocasiones poco ortodoxas, habían hecho que gran parte del público acudiese al pregón para ver “qué nos cuenta éste”. Pero el pregonero era consciente de que le costaría trabajo meterse al público en su gavilla, por lo que apostó muy fuerte por imprimir a su texto el intimismo de lo vivencial, la belleza de lo literario, las zonas de la romería que a todos nos son comunes y la elegancia de la música, que acompañó, de fondo, a la parte más honda de su texto.

Todo cuanto narró lo hizo para justificar que la nuestra “es una romería con sentido” la cual sin caminos polvorientos, sin casas de hermandad, sin carretas, ni bueyes, ni sombreros cordobeses, tiene sentido porque no necesita ninguno de los ingredientes de las romerías presuntuosas, que se creen grandes.

Defendió, como valores fundamentales de nuestra romería, su sencillez, su intimidad y su cercanía y pidió que dejemos de buscar razones para hacerla más barroca, más ostentosa y más rebuscada. Invitó a dejarla tal y como está ahora: “lozana y musculosa, joven, pese a tener tantos siglos”.

Siguió, manifestando su rubor por haber descubierto tan tarde, concretamente en 2007, el encanto de la romería, a pesar de que desde muy niño su familia lo introdujo en la devoción por la patrona y que la Virgen ha estado siempre presente en su vida, igual que ya lo está en la vida de su hijo Manuel, que acude a la romería porque en ella los niños tienen lugar y espacio, porque es una romería que acerca la Virgen a los niños. Afirmó que la de la romería es una fecha, de esas que figuran en rojo en el calendario del corazón, de esas que vive intensamente con su familia y con sus amigos y a la que no renunciaría a favor de cualquier otra obligación.

Invitó a sacudirse los complejos que tenemos en torno a nuestra romería y a quererla tal y como es, “sin multitudes, con sus barras y sus grupos de amigos, con su camino corto y agradable.”

Sonaba “Caridad del Guadalquivir”, interpretada al piano, y el pregonero comenzaba a servir el plato más fuerte de su pregón, describiendo el momento en el que la Virgen se funde con la multitud, que la espera ansiosa en el Molino de Lázaro, después de haber sentido “lo que las palabras sólo pueden contar con aproximaciones”.

Uno, que cree haberlo escuchado todo en este tipo de actos, sigue sorprendiéndose al comprobar que siempre hay alguien que puede dar una nueva vuelta de tuerca a nuestros sentimientos, para hacer aflorar asuntos que están en esas zonas comunes de la que hablábamos al principio, pero que todavía no habíamos descubierto. Uno se sigue sorprendiendo al percibir, con agrado, que no está todo dicho en nuestros pregones y que siempre hay alguien que nos devela lo que parecía dormido y aletargado en nuestro interior. Manuel Madrid ha vuelto a dar esa vuelta de tuerca, ha vuelto a sorprendernos y también a emocionarnos. Nos ha convencido de las razones de peso que tenemos para acudir cada año a recoger a la Chiquitilla.

Terminó su discurso y un auditorio, puesto en pie, lo envolvió con un prolongado y estruendoso aplauso de asentimiento y de complicidad. Habitualmente esos aplausos los cortamos en las grabaciones que ofrece Cruz de Guía, hoy hemos querido dejarlo para que sirva de rúbrica a nuestro resumen del pregón.




En la segunda parte del acto la A.M.U. interpretó cinco marchas dedicadas a Nuestra Señora de Guadalupe, lo hizo de manera magistral, tal y como ya nos tiene habituados. La quinta marcha fue el estreno de “Divina Pastora” de Gervasio Gámez Narváez, una marcha romera y muy andaluza que, como otras de este compositor, pronto será todo un clásico de nuestras citas guadalupanas.



Estreno de la Marcha: "Divina Pastora".
Autor del Vídeo: Enrique Martínez Rozas.


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